Historia de los Momoyes

 Parece un pueblo perdido en las coordenadas de nuestro mapa, pero de seguro que quien no haya visitado la parte sureste del estado Trujillo tendrá algún conocido que por lo menos se sabe su nombre, “BOCONÓ”. La ciudad se alza en el valle a 1.225 metros de altura. Casas alineadas y altas adornan el paisaje. Un conjunto de etnias estableció la cultura y entre mitos y leyendas se cuenta su historia. Pero, la creencia de los habitantes del Jardín de Venezuela por unas personitas que desde hace 451 años habitan en las montañas y los páramos; los hace particularmente, legendarios.


 Los Momoyes son los dueños de las nacientes aguas, celosos y selectivos, no todos pueden verlos. Han aparecido en lugares como: la Teta del Páramo de Niquitao, en la Laguna del Páramo de Guaramacal, en la conocida Peña de los Gavilanes de Loma Pancha, parroquia San Rafael y en la Laguna Negra de las Palmitas.

 El señor José Celestino Montilla, cuenta que ha vivido encantado desde hace más de 50 años por unos Momoyes. Dice que esos “espíritus de agua” no pasan de los 60 centímetros de altura y visten trajes a la usanza india o de color de blanco; usan collares y un sombrero de palma que casi tapa su cara. Afirma que el encanto puesto por estos hombrecitos sólo un curandero lo puede quitar. 
Fotografía: Revista Voces.

 Hacen sentir su presencia de mil maneras. Cantan bellas canciones, silban y hacen travesuras a viajeros y excursionistas: A veces roban los alimentos que les gustan, sobre todo los dulces, y extravían las cosas. Pero son duendes ecologistas, cuidan las lagunas andinas, así como la flora y la fauna de los páramos.

 Boconó es un municipio característico por la forma pujante en que sus habitantes mantienen las creencias a lo largo de los años. La fidelidad por su cultura y sus tradiciones nos ratifica la necesidad de mantenerlas eternamente pero, la naturaleza necesita más de cada uno, ella aunque habite en nuestra vista y tenga sus guardianes, requiere de una cosa en particular, la ¡conciencia ecológica!.

 Cuando acampes en los Andes no enciendas fuego y si lo haces apágalo muy bien antes de irte. No arrojes basura ni plástico a las lagunas. No dejes latas, papeles ni restos de comida. Estos incansables duendecitos son alegres y benévolos, pero si te fastidian sus travesuras y quieres ahuyentarlos definitivamente, bastará con ignorarlos. Es algo que no pueden soportar.

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